lunes, mayo 02, 2005

Dar es dar

En la esquina de Rioja y Av.Santa Fé vive una mujer, duerme sobre la vereda derecha de la calle la Rioja para ser exacto, tiene de compañero a un perro sin raza, al que cobija en sus brazos cuando esta sentada en su silla ortopédica o ubicado junto a ella, a sus pies, cuando duerme cubierta de colchas, harapos, diarios y cartones sobre un viejo colchon de goma-espuma sin funda.
Esta dama captó mi atención cuando puteando por el semáforo en rojo tuve que frenar, un dia que llegaba tarde a los teóricos de Interna (suelo tomar costanera como cortada cuando voy al Hospital Córdoba, mi Unidad Hospitalaria) la dama decía, se acercó a mi ventanilla y con una sonrisa entre distraída e indiferente me preguntó si tenía "algo para darle" le contesté que no (en verdad no sé si le contesté o solo moví la cabeza) a lo que ella respondió con una sonrisa abierta y compradora y con un "¿que lindo el día no?" abriendo la comunicación, lo que me llevó a entablar dos o tres palabras con ella (las que me dió el semáforo) y notar algo que me impactó para siempre, esta mujer tenía su dignidad intacta, su orgullo no le dejaba bajar su cabeza ni desviar su mirada, pero no era brusca, no, todo lo contrario, se mostraba humilde, sin soberbia, me pareció un angel o al menos así me imagino uno...
es que mi abuela solía contarme historias de angeles que se mezclaban entre las gentes para ver cuan generosos eran y casi siempre se mostraban así en sus relatos, como esta mujer, pidiendo pero no rogando, en todo caso reclamando mas humanidad y menos indiferencia...no pasé la prueba ese día, pero me llevó a cuestionarme viejas creencias sobre el "dar", creo que vale la pena revisar a veces nuestras creencias, es sano, natural, ayuda a crecer y no tiene contraindicaciones.


"El Profeta" (Gibran Khalil Gibran)

_Decís a menudo: daría, pero solo al que lo mereciera."
los árboles en vuestro huerto no dicen así,
ni lo dicen los rebaños en vuestra pradera,
ellos dan para vivir, ya que guardar es perecer.
Todo aquel que merece recibir sus dias y sus noches, merece,
seguramente, de vosotros todo lo demás.
Y aquel que mereció beber el océano de la vida,
merece llenar su copa en vuestro pequeño arroyo.
¿y cual será mérito mayor que el de aquel que dá el valor
y la confianza (no la caridad) del recibir?.

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